Reportaje en el diario El Español.
«Uno entra en el hospital de la mano del miedo. Por más ventanas que haya, siempre será un lugar gris y lúgubre. Los hospitales nos recuerdan que somos débiles y que aunque muy rodeado, acompañado y querido, frente a la enfermedad uno está a solas… o casi.
A la soledad de las dos horas y media junto a una máquina de quimioterapia, Virginia Castelló quiso acercar guitarras, melodías, voces y palmas. El propósito era que los pacientes estuvieran conectados a la máquina, pero desconectados por la música. Vestir con colores al gris hospital.»